Podéis ir en paz. Ite missa est, se decía hace años, como recordamos quienes ya
somos casi octogenarios. Antes del Concilio Vaticano II se hacían en latín también
otras partes de la celebración eucarística, incluso la lectura del Evangelio;
recordamos: Sequentia Sancti Evangelli secundum… Lógicamente, la mayoría de
los asistentes no entendíamos lo que se decía. Hoy esas lecturas se hacen en nuestro
idioma pero, como vamos a ver, tampoco parece que nos enteremos del verdadero
sentido de la celebración, como lo prueba el hecho de que cuando acaba la misa, los
asistentes nos vamos en paz, con la satisfacción o tranquilidad de haber cumplido un
precepto, ya que sólo en éso parece consistir la asistencia a ese acto religioso: el
cumplimiento de un precepto.
Pues vamos a aclarar que un seguidor de Jesús de Nazaret no puede estar en paz con
este sistema injusto, basado en la dominación y supremacía de unos seres humanos
sobre otros. Jesús estaba en confrontación con el sistema dominante: No penséis que
he venido a traer paz al mundo. No vine a traer paz, sino espada. Porque he venido
a poner en confrontación... (Mateo, 10:34-35). Jesús confronta con el mundo, con su
sistema de dominación y sus valores del dinero y el mercado, porque tiene otro
proyecto de mundo diferente, otros valores, lo que él llama el Reino de Dios, un
Reino, que no es como los de este mundo, y por eso lo mataron. Entonces, ¿en qué
medida, quienes salimos en paz de la misa, nos sentimos convocados o motivados a
trabajar o luchar por ese mundo diferente? A lo único que uno parece salir convocado
de la celebración es a acudir el domingo siguiente a una celebración igual, un acto sin
ningún tipo de autenticidad ni transcendencia, a cumplir el precepto...
Se trata de una religiosidad puramente cultual, litúrgica, sin ningún tipo de
compromiso o implicación con la problemática de este mundo. Oyendo las
predicaciones de nuestros párrocos, y concretamente la de este domingo, 23 de
agosto, dedicado al Domund, parece que Jesús haya venido al mundo para establecer
ese tipo de religión: misas dominicales, mejor si son diarias, procesiones del Corpus
Christi y de Semana Santa, viacrucis y ayuno en la Cuaresma, rezos del Santo
Rosario, novenas, villancicos en Navidad, alguna peregrinación, participación en
sesiones de
A
doración
N
octurna
,
o
P
erpetua
,
o cosas por el estilo
E
s el tipo de religión
que los
m
isioneros de épocas pasadas i
m
plantaron en otras culturas, pero a nuestros
predicadores, casualmente, se les olvida decir que la experiencia histórica de ese tipo
de evangelización se saldó, o coincidió, con el establecimiento de un sistema colonial,
de depredación de los pueblos “evangelizados”, que hoy se manifiesta en la tremenda
desigualdad existente en el mundo con sus secuelas de emigración masiva, rechazo de
los inmigrantes en los países desarrollados, racismo, xenofobia, aporofobia…
Lo más preocupante es que la feligresía, la base eclesial, parece asumir acríticamente
ese dicurso que nos venden nuestros predicadores, en el que se percibe un intento
deliberado de mantener este injusto sistema tal como es. La mayoría de los fieles
parece no saber, o realmente no sabe, que muchos elementos del culto eclesial no
tienen una base o justificación en el Evangelio. Y, por supuesto, no tienen ni idea
Podéis ir en paz
sobre el concepto, definido por el Concilio, de un sacerdocio común distinto del
ministerial. De una gente que no se molesta en leer el Nuevo Testamento no se puede
esperar que lea los documentos conciliares. Entonces, en la situación de eterna
minoría de edad en la que se encuentra el laicado, es impensable que sepa reaccionar
al abuso de la jerarquía y a la forma inadecuada en la que se celebra la Eucaristía.
E
l celebrante es el único que consagra
,
el único que predica
¿
en qué parte del
E
vangelio
se establecen esas cosas
? ¿D
ónde se dice, en el texto evangélico, que Jesús instituyese
un sacerdocio consagrado
? E
n el templo parroquial que frecuento últimamente existe
la costumbre de que los seglares que leen la epístola y otras cosas, antes de empezar y
al terminar la lectura se inclinan profundamente en dirección al altar. Me pregunto,
mientras suelto un bufido, ¿ante qué se están inclinando? Se supone que ante Jesús de
Nazaret, pero él no está allí, en el altar. Él dijo que cuando dos o más se reunen en su
nombre, allí está él en medio de ellos. Entonces, si los lectores quieren inclinarse ante
Jesús deberían hacerlo ante la asamblea de los asistentes y dando la espalda al altar.
Inclinarse ante el altar o presbiterio, donde en ese momento sólo se halla el
celebrante, es inclinarse ante la cátedra, el magisterio, la jerarquía… unos estamentos
que el Maestro Jesús definía como “ciegos que conducen a otros ciegos.
Hay otros dos o tres momentos, durante la celebración de la Eucaristía, en los me
vienen impulsos de soltar un bufido. De momento me limitaré a uno de ellos, y es
cuando a los asistentes se nos pide que nos pongamos en pie para rezar el Credo. He
de decir que hay algún templo en mi ciudad en el que, con muy buen criterio, se
suprimió ese acto que está totalmente fuera de lugar en una celebración eucarística.
Ya es hora de que alguien se atreva a decir que Jesús no vino a proclamar ningún
credo, ningún dogma… él no vino a decirnos lo que tenemos que creer, sino cómo
debemos actuar. Y la Eucaristía es el momento más adecuado para recordar eso, para
sentirnos interpelados a actuar para poner fin al infierno que es nuestro mundo y
transformarlo en el Reino de los Cielos que Jesús quiere implantar.
Puede parecer que estas cuestiones sobre la forma de celebrar la eucaristía son
trivialidades que no merecen la atención y rechazo que aquí se expresa sobre ellas.
Pero es que son signo de algo más grave; forman parte de todo un sistema o una
dinámica de alienación del personal seglar, y quizá también del bajo clero, para
apartar a los creyentes de lo que debe ser la verdadera vocación de los seguidores del
Maestro Jesús. Veamos otro ejemplo reciente: un diario del pasado domingo, 23 de
octubre, nos informa de que en la basílica de Gijón los feligreses estuvieron
venerando una reliquia de Juan Pablo II, un trozo de sotana blanca que perteneció a
ese pontífice, y se dio la bendición con ella después de incensar su imagen.
Lo dicho: se fomenta la ignorancia de la gente promoviendo devociones ridículas, sin
base evangélica, para apartar al personal del verdadero seguimiento de Jesús. Una
muestra de esto: en una ocasión presencié el deshaucio de una vivienda que tenía
lugar cerca de un templo parroquial de mi ciudad. Intentando defender a las personas
deshauciadas había unos cuantos militantes de organizaciones de izquierda; feligreses
de barrio no vi ninguno. En una parroquia próxima tienen un local, con una enorme
estatua de Jesús, destinado a lo que llaman «Adoración Perpetua». Si la adoración es
tan perpetua como su nombre indica, quizá en el momento del deshaucio había allí
personas piadosas que pensaban que estaban acompañando a Jesús. Pero donde Jesús
quiere ser aco
m
pañado es en las personas que sufren
,
en los deshauciados
,
en los presos
,
en los inmigrantes, en los que pierden su empleo, en las mujeres que sufren violencia
m
achista
,
en quienes son agredidos o
m
arginados por ser diferentes en algún aspecto
...
Si los opositores a los deshaucios y otros abusos fuesen tan numerosos como los
espectadores de los desfiles de carnaval, la cabalgata de los Reyes Magos, las Fallas
de Valencia, los deportes en general… o las procesiones de Semana Santa, ningún
juez se atrevería a autorizar esos deshaucios, y los políticos se apresurarían a aprobar
leyes impidiéndolos. Movilizaciones populares de esa magnitud serían capaces de
promover y hacer inevitables los cambios necesarios para construir una sociedad más
justa y más humana. Es claro que a las clases dominantes no les interesa tal toma de
conciencia por parte de las masas populares; es preciso entretener a la gente con los
mencionados espectáculos. El procedimiento ya es conocido y practicado de antiguo:
Panem et circenses, “Pan y circo”.
Así procedía el imperio que Jesús conoció en su época, y así procede el imperio que
domina en nuestro mundo. El asunto del Reino que Jesús quiere implantar no avanza.
Si en el siglo I de nuestra era los sacerdotes de todas las religiones, incluída la judía,
colaboraban con el poder romano para mantener el orden y la estabilidad del sistema
clasista imperante, y eran recompensados por ello, también hoy las jerarquías
religiosas
,
incluida la de nuestra Iglesia
C
atólica
R
o
m
ana
,
colaboran en el
m
anteni
m
iento
del sistema de dominación imperante y se benefician de ello. En nuestro país
,
concreta
m
ente
,
el circo para distraer a la gente piadosa ya sabe
m
os en que consiste: las
procesiones del Corpus o devociones locales a tal o tal santo o santa o virgen
,
el
m
anto de la
V
irgen del
P
ilar o la sotana de
W
ojtyla
cualquier chorrada que sirva para
apartar a la gente del segui
m
iento de
C
risto
L
ibertador y encandilar a quienes no tienen
una sólida formación religiosa, y nuestros jerarcas religiosos procuran que no exista
tal formación, y reciben recompensa por ello. Ya conocemos el asunto de las
inmatriculaciones y otras prebendas que todos los poderes políticos del país, en la
dictadura y en la democracia, respetan y mantienen. La hostilidad de nuestros jerarcas
hacia la
T
eología de la
L
iberación
es una
m
uestra elocuente de su co
m
pro
m
iso con el
sistema imperante. Sí, existen organizaciones como ritas y similares que, desde el
ámbito de la religión, realizan una labor muy meritoria de asistencia a los desvalidos,
pero por sí mismas no son transformadoras de la sociedad; son como un calmante que
se aplica a los heridos para mitigar el dolor, pero no curan el cuerpo herido.
Por eso, cuando hay tanta desigualdad en nuestra sociedad y en el mundo en general,
tanto abuso de los poderosos sobre los desvalidos, y nuestro país se embarra en
guerras que no le incu
m
ben, en alianza con la
OTAN,
y es
m
plice de la depredación que
se efectúa en los países subdesarrollados, nuestros guías religiosos mantienen un culto
que excluye la toma de conciencia sobre la problemática social, desvían la devoción
de los fieles hacia objetivos demenciales, y les dicen que se pueden ir en paz.
P
ero
,
decidida
m
ente
,
los seguidores de Jesús debemos recordar que, al igual que él, no
podemos estar en paz, sino en confrontación permanente, con tal tipo de mundo, y no
debe
m
os dejarnos conducir por pastores indignos que se dedican a extraviar el rebaño.
Faustino Castaño